Columna de opinión
El consumo energético de una determinada actividad o proceso ha cobrado una relevancia cada vez mayor durante los últimos 20 años, principalmente porque está directamente asociado a la contaminación ambiental, al menos en el caso de las energías no renovables, las cuales representan más del 90% de la producción de energía mundial. De este modo, ha significado la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías para producir energías alternativas, amparadas en la mejora del medio ambiente y en reconocer la finitud de los recursos naturales, particularmente de los combustibles fósiles.
Esta preocupación afecta hoy a todo el universo de actividades y sectores de la economía, con distintos avances y barreras en cada caso. En cuanto a la construcción y de los denominados edificios sustentables, o sostenibles no es distinto. El ahorro de energía – o bien la eficiencia con que se emplean los recursos disponibles – es un tema que ocupa un lugar importante en esta área y que aparentemente se verá incrementado en el tiempo. El síntoma más evidente de esto último es la aparición de la sustentabilidad en la oferta inmobiliaria, convirtiéndolo en un valor diferenciador usado por el marketing. El mercado entonces empieza a consumir de manera sustentable, poco a poco.
En un proyecto de edificación, en general, hay dos grandes tareas para hacer un inmueble eficiente con respecto a la energía invertida: por un lado, buscar ahorrar energía en el proceso de construcción y vida útil del edificio, y por otro, perseguir un menor costo energético en la operación de este mismo.
La primera, que limita los gastos de producción, se traduce en la elección de materiales que hayan sido producidos con menor energía, que se encuentren disponibles en el mercado local (evitando el gasto por transporte) y que puedan ser reciclados al final de su vida útil.
En cuanto a la segunda tarea, los gastos operacionales son aquellos que buscan reducir el consumo de energía en el uso del inmueble, y es posible separarlos en dos clases; estrategias activas y pasivas, dependiendo de su capacidad de generar energía o de aprovecharla.
Las estrategias pasivas están generalmente asociadas al diseño del edificio. Una correcta orientación será garantía de una buena iluminación, evitando con ello el uso de luz artificial en buena parte del día. Una aislación apropiada permitirá mantener una temperatura deseada con un esfuerzo en climatización menor. Las estrategias pasivas son la base de la arquitectura sustentable y no son un invento moderno; han estado presentes, de una u otra manera, en la arquitectura por cientos de años. Las casas de adobe de la zona central de Chile tienen un muy buen comportamiento térmico; el enorme espesor de los muros de barro concentra el calor del día, manteniendo los recintos interiores frescos y liberando esa energía durante la noche, lo que ayuda a mantener una temperatura más cálida a esas horas.
Por otro lado, las estrategias activas están asociadas a mecanismos que permiten generar energía, ya sea aprovechando la que antes se desperdiciaba, o recogiendo energía disponible. Hoy en día, el sistema más difundido es el de los colectores solares que, ubicados en el techo, permiten elevar la temperatura del agua a partir de la energía solar y así, reducir el uso de calderas y calentadores. Otros sistemas que pueden considerarse como estrategias activas son los paneles fotovoltaicos, los generadores eólicos, la geotermia, y la bomba de calor, entre otros.
Si bien es cierto que estas últimas (estrategias activas) representan un gran avance en el ahorro de energía y en las alternativas que representan para el diseño de un proyecto, en general su costo es elevado, lo que en la mayoría de los casos significa un desincentivo que termina por eliminarlas del inmueble a pesar de la rentabilidad que significan y de la voluntad inicial que existía de incluirlas.
No es de extrañar que la arquitectura sustentable (o más bien los proyectos que dicen serlo) sea para muchas personas un artefacto, una mezcla high-tech de paneles y molinos de viento. De hecho, en la publicidad de venta de casas, oficinas y departamentos es esa la imagen que se muestra para ofrecerlos, sin embargo los valores invisibles escondidos en las estrategias pasivas siguen siendo la verdadera base del ahorro de energía y en general una inversión imprescindible a la hora de construir.